lunes, 7 de septiembre de 2009

JUNTOS // desde la voz de los protagonistas

JUAN MARTÍNEZ: ¡Ufff....! ¡Qué extraña sensación!

PEDRO CORRALES: Juan ¿sos vos?
¿Qué pasó?

JUAN MARTÍNEZ: Pedro, ¿qué pasa? Siento como un dolor de cabeza pero no es dolor.
Tengo la sensación de tener la cabeza partida, pero sólo la sensación.
La sangre tibia que no es sangre ni está tibia.

PEDRO CORRALES: Estamos muertos Juan, eso nos pasa. Estamos recién muertos.
Acabamos de morir.
Eso, eso nos está pasando.

JUAN MARTÍNEZ: Por eso la sensación, parece que sentimos, es el recuerdo del sentimiento.
¿Te duele algo?

PEDRO CORRALES: No, no.
Estoy deshecho, me estoy viendo pero no siento.
Estoy lejos, me veo pero no estoy.
No estoy, estoy viviéndolo pero no.
Es extraño.
Es extraño.

JUAN MARTÍNEZ: Es la muerte Pedro. Estamos muertos.
No te asustes, espera, no te muevas.

Es una historia que nos hace reflexionar sobre las elecciones.
Es una historia filosófica.

Hagamos de ésto una fiesta, porque ustedes son mis invitados y esto es una fiesta.
La vida es una fiesta.
La muerte es una fiesta.
Ya ven, Pedro está de fiesta eligiendo.
Cocinaré para ustedes con gran alegría, con gran felicidad,
cocinar es el acto de amor más genuino.
No, más primitivo, eso. Más primitivo.
Mi mamá me da la teta.
Sepan que son acelgas y espinacas, que están debidamente cocidas.
Las escurrimos muy bien y sobre esta tabla las cortamos chiquito. Así, por suerte tengo esta cuchilla grande y afilada.
Voy poniendo en éste “bol” las acelgas ya listas, sigo ahora cortando las espinacas, así pequeñas para que podamos hacer buñuelitos chiquitos, una para que sean delicados, otra, para que nos alcance para todos.
Pongo ya cortadas las espinacas junto a las acelgas y las mezclo bien.
Voy a servirme una copita de un buen vino tinto para
disfrutar aún más el estado de creación.
Éste es el momento en que estoy sumamente concentrado,
es el momento que disfruto tanto del hacer,
que en mi boca se junta saliva, es decir se me hace agua la boca
y no porque vaya a comer, no, no, es porque voy a preparar,
porque voy a mover mis manos, porque voy a hacer y se ve que mi
cerebro produce no se qué, que se conecta con qué,
que me hace estar superconcentrado produciéndome tal placer
que se me hace agua la boca.
Mi mamá me da la teta.
No voy a rehogarlo en ajo, no, una lástima pero no.
Las recetas del medio del campo en donde yo vivía, muchas llevan ajo, bastante, es bueno para la circulación, además en esas mañanas tan frías de agosto, cuando está todo blanco de la helada, que el corderito que nació a la noche está cubierto de hielo, y la madre balando alrededor
pisando la placenta que también está cubierta de hielo, oliendo, buscando.
Ahí te das cuenta que te hizo falta haber comido con ajo.
Con bastante ajo.
Fuerte, el ajo fuerte y la oveja que no se da por vencida, levanto el corderito tan duro antes que se lo coman los caranchos. Ajo, necesito ajo.
Pero no le vamos a poner ajo, tan sólo rehogaremos en cebolla.
Pelamos la cebolla, lloramos, total nos viene bien, acabamos de morir
y todavía no tengo muy claro lo que me espera, por ahora cocinarles a ustedes con gran felicidad, dedicación, amor diría.

Vengo a por éste lazo, vengo a por éste estribo.
Vengo a por éste pelego.
Vengo a por mi historia.
Tantas contradicciones, me crié viendo lejos, eso es con el infinito casi. No hay límites.
No tengo límites porque me crié viendo que la naturaleza no tenía límites.
No tiene límites.
La Naturaleza no tiene límites.
¿Qué puedo hacer yo entonces?
¿Qué puedo ser yo entonces?
Lo aprendí de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario